Superhéroes a precios de Saldo
Desde tiempo inmemorial la sociedad ha vivido en comunidad, ha compartido espacios y se ha visto en la necesidad de gestionar ese espacio común, así como las relaciones y acciones que tenían cabida en él. No es de extrañar que en sus inicios esta gestión fuera llevada a cabo por los propios integrantes de la cosa común, dándoles un toque próximo y relajado a sus acciones, utilizando mecanismos básicos de toma de decisiones y control del gasto.
Afortunadamente en los inicios de la década de los sesenta apareció la Ley 49/1960 que versaba sobre la Propiedad Horizontal, toda una relación de articulado que protocoliza la vida comunitaria para darle solución a muchos conflictos que surgían fruto de la cosa común.
Con el paso de los años se fue haciendo cada vez más complicada la gestión desde un punto de vista más casero, entrando en juego distintas problemáticas cotidianas, así como nuevas figuras jurídicas en el ámbito de la propiedad común. No obstante, aún hoy en día siguen sobreviviendo gestiones vecinales en comunidades normalmente muy pequeñas, donde la gestión se antoja sencilla y cordial.
Era cuestión de tiempo que la figura de un profesional cualificado entrara en juego en todas esas comunidades sobre todo con mayor número de vecinos, donde se requería con urgencia una guía y una protocolización de una gestión que cada vez se antojaba más exigente y clara.
Y con la evolución natural de las cosas y el paso de los días llegamos a nuestra década, con la necesidad más que nunca de grandes profesionales en todos los sectores de la sociedad, profesionales que salvaguarden los intereses de la zona común en un mundo con innumerables amenazas como la Covid-19, la globalización, el cambio climático, una sociedad adulterada por la cultura del consumismo y la obtención de réditos a toda costa, etc.….
Por todo ello, y en la urgente necesidad de darle criterio y buena gestión a la cosa común, se reinventa el administrador de fincas para convertirse en un Superhéroe, un profesional liberal Colegiado con formación multidisciplinar que suele velar por los intereses de muchas comunidades de vecinos.
Suelen ser personas dinámicas que se desenvuelven con cierta soltura a la hora de detectar y dar solución a problemas del día a día. Normalmente se mueven bien en el enjambre de proveedores y trabajadores, y suelen llevar a cabo una labor de gestión genérica de la comunidad además de la contabilidad de la misma. Son personas que están sometidas a una gran presión y estrés diario como consecuencia del gran número de vecinos que suelen tener como clientes, que de forma reiterada y aleatoria demandan la atención de su administrador de fincas.
Hasta ahora no hay nada sorprendente en todo esto, puede entenderse que todo lo explicado puede desarrollarlo un profesional, lo realmente sorprendente es que lo haga a cambio de minutas a veces bastante pequeñas en relación al tiempo invertido y al trabajo realizado, desde luego es un Superhéroe.
Esto podemos pensar que pueda ser debido a la gran competencia que hay en el sector, podría ser, o también por la necesidad de muchos otros en gestionar nuevas comunidades, sobre todo en principiantes, sería otra opción, no obstante, hay otro gran motivo que hace que el trabajo de estos profesionales no se valore lo que debiera, entre ellos la mala costumbre que tienen de no hacerse valer, de no valorar correctamente su trabajo, dejando muchas veces que les mangoneen bajo la amenaza de un cambio de cromos. Muchas veces hay que morderse la lengua ante un recorte de minutas en detrimento de posteriores gastos irrelevantes y superfluos…. es un error, Hay que pagar correctamente a estos profesionales, es el eje central dentro del sentido común de cualquier cosa, eso sí…. Si se pretende mantener ese nivel de exigencia en su gestión.
Hay que recordar que la administración de fincas surgió de la necesidad de muchas comunidades de gestionar de forma profesional unos recursos compartidos entre varios comuneros, no solo buscando la eficiencia en la gestión de los mismos, además de una contabilidad clara y profesional que mostrar a todos los comuneros, sino también conciliando posturas, aunando criterios y protocolizando y dando un respaldo legal desde un punto de vista procedimental a una amalgama de situaciones dispares en cada comunidad.
No hay que olvidar que no hay dos comunidades iguales, cada una tiene su propia idiosincrasia y problemática, donde muchas veces conlleva un verdadero proceso de adaptación por parte del administrador de fincas, tiene que colocarse la capa y convertirse en un super profesional.
Con este artículo solo pretendo alentar a todos los profesionales de este sector, principiantes y veteranos, para que eleven su listón y dignifiquen aún más esta profesión no conformándose con los restos de otro cadáver, que den un golpe en la mesa y comiencen su gestión desde el respeto al compañero, la dignidad en su trabajo y en la renuncia de los precios de saldo, quien quiera un Superhéroe que lo pague, hay que educar a la sociedad con buenos hábitos dentro de los márgenes del sentido común.